William Maillis parece como cualquier otro niño de su misma edad, 9 años: le gustan los videojuegos y hacer chistes. Pero a diferencia de sus amigos, no asiste a cuarto grado sino a la universidad.
Su padre Peter Maillis y su esposa Nancy tienen otros dos hijos mucho mayores, de 29 y 26 años. Desde que William nació, explican, ha sido muy especial.
Empezó a identificar con precisión los números a los 6 meses de edad y a hablar en oraciones completas a los 7. Otras de sus hazañas académicas: aprendió a sumar a los 21 meses, la multiplicación, la lectura y la escritura a los 2 años de edad; álgebra, el lenguaje de signos y el griego a los 4 años; geometría y trigonometría de los 5 a los 7.
A pesar de sus progresos, el niño por poco no es admitido en la guardería a la edad de cuatro años, porque afirmó que el gris no era un color (sino una tonalidad) ni reconoció un termómetro, porque dijo que en su casa sólo se usaba el de oído.
El padre consultó con un sicólogo universitario, que certificó que el coeficiente de inteligencia del menor estaba en la categoría de genio.
El niño vive en Penn, Pennsylvania, y está entre los estadounidenses más jóvenes en asistir a la universidad. Se encuentra cursando estudios superiores en el colegio universitario de condado de Allegheny y planea matricularse el próximo otoño en la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, según su padre, quien es un sacerdote ortodoxo griego.
Si bien es inusual que un niño avance tan rápidamente en su nivel escolar, más peculiar aún es la aspiración de Maillis: ser astrofísico. O, como él mismo dice: “Quiero demostrar a todo el mundo que Dios existe”, pues considera que sólo una fuerza externa podría ser capaz de formar el cosmos.
El pequeño quiere estudiar física y química del espacio, obtener un título de doctorado y trabajar en torno a conceptos como “desplazamiento del espacio-tiempo”, “singularidad” y “gravedad pura”, y además intenta explicar por qué los agujeros negros no son “supermasivos” a diferencia de lo que consideraron Albert Einstein y Stephen Hawking.
Su profesor de historia, Aaron Hoffman, dice el muchacho encaja perfectamente con otros estudiantes universitarios y la única diferencia visible en sus hábitos es que no toma notas.
La familia ha decidido permitir que el niño tome la iniciativa para decidir qué áreas de interés quiere estudiar o explorar. “Cualquiera que sean las clases que quiere tomar, eso está bien conmigo”, dice Maillis. “No quiero presionarlo”.