Los franceses que quieran seguir utilizando bastoncillos para los oídos tendrán que hacer algún tipo de contrabando para conseguirlos. Su venta estará prohibida por ley a partir de 2020 (al menos, los que estén hechos de plástico). Y en el Reino Unido hay una campaña en marcha para conseguirlo. Al igual que ocurre con las toallitas húmedas, estos bastoncillos suponen un notable problema ambiental. Van a parar al mar tras ser tirados por el inodoro (ya que en la depuradora flotan), y eso dificulta su eliminación, junto al resto de residuos que se sedimentan en el fondo.
1. Pierde el tiempo
Aunque suelen asociarse con los oídos, estos bastoncillos de algodón fueron diseñados para cumplir otras funciones, entre las que se incluye la cura de heridas pequeñas. Utilizarlos para tratar de frenar la aparición o acumulación de cera es un error, ya que esta parte del cuerpo, en concreto, no requiere ningún tipo de mantenimiento, según informa la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es un órgano que se limpia por sí solo.
2. Es peligroso
Su mal uso provoca daños en el canal auditivo. De hecho, algunos envases así lo advierten. Si empuja y acumula el cerumen en su interior, puede sufrir infecciones dolorosas.
3. La cera no es sinónimo de suciedad
La lista de funciones del cerumen no es corta. Además de ser un hidratante natural que evita que se reseque la piel en el interior del oído, también frena la acumulación de polvo en el canal auditivo, previene infecciones y absorbe células muertas. Y si padece una acumulación excesiva de cera (ceruminosis), déjese de bastoncillos y acuda a un profesional. Palabra de Harvard.